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Teillier: los que no van a morir te saludan.

Por Cristian Gabler Abogado


Ahora que ha fallecido uno de los líderes más destacados e infames del comunismo chileno, un amante de la Unión Soviética, Neruda, Fidel, Mao, Pol Pot, el Che, Lenin, Stalin y Marx, escribo estas líneas con el propósito de recordar a aquellos que las lean lo que realmente creía él y lo que aún creen quienes lo apoyaban hasta hace poco.

Dependerá de usted decidir si lo considera positivo o no.


Teillier creía en la lucha armada como una forma de acción política y no tenía fe en la democracia. Como antiguo leninista, consideraba la democracia como un capricho burgués, ya que creía que el pueblo necesitaba la guía de los intelectuales y los comunistas, como las ovejas necesitan a su pastor. Después de todo, ¿por qué convencer a personas sencillas y simplonas cuando se puede imponer la superioridad intelectual y moral sobre los demás a través de la violencia fascista y una bota implacable?


Por esta razón, apoyó incondicionalmente, junto con toda la izquierda nacional, el intento de golpe contra el presidente Piñera durante su segundo mandato.


Teillier no creía en las palabras como herramientas de comunicación útiles, ya que a menudo asignaban realidades que no le gustaban. Como muchos izquierdistas desde hace más de un siglo, cambiaba el significado de las expresiones cuando le convenía, desafiando el diccionario. Los mejores ejemplos son las palabras "democracia" y "pueblo", dos términos ampliamente reconocidos y respaldados.


La democracia como sistema implica varias cosas, como votar libremente por las autoridades cada cierto tiempo, pero para los comunistas, significa el gobierno de ellos mismos. En la antigua República Democrática Alemana, un país comunista, no había elecciones libres, pero ellos gobernaban. Creo que este punto no necesita mayores explicaciones.


Por otro lado, el término "pueblo" generalmente se refiere a todas las personas que habitan un lugar, zona o país, pero para los comunistas, esto no es así. "Pueblo" significa quienes los apoyan; el resto es considerado irrelevante, insolente e indolente, y no merece consideración. Por lo tanto, siempre afirman que solo representan al pueblo después de obtener el 10% de los votos.


Este es un tema lingüístico interesante que los juristas de izquierda comenzaron a vislumbrar hace décadas, al darse cuenta de que no necesitan ganar el parlamento de un país para cambiar las leyes, cuando pueden darle el significado que deseen a las palabras incluidas en ellas. Consideran al diccionario claramente fascista. ¿Quién necesita los votos de los ignorantes y estúpidos cuando pueden interpretar las leyes como les plazca y sin restricciones, acusando a todos los demás de fascistas?


Teillier también creía que la sociedad estaba dividida en dos: los buenos (ellos) y los demás. Esta es la base fundamental de la izquierda tradicional y el progresismo moderno. Implica que todos aquellos que no están con los izquierdistas están intentando robarles, matarlos o explotarlos, como si fueran sus esclavos. Ya sea el tema del proletariado o el de las minorías raciales o de género, esta paranoia de tipo psicopático es fundamental en su pensamiento y no puede entenderse sin tenerlo claro.


Por esta razón, miles y millones de personas fueron internadas en campos de concentración y reeducación, es decir, exterminio, porque estaban convencidos de que los demás estaban intentando arrebatarles sus privilegios, a pesar de que, supuestamente, no creen en la propiedad privada... al menos, no la de los demás.


Teillier tampoco creía en la igualdad ante la ley, al igual que la izquierda en general. Cualquier estudioso serio de los socialismos reales sabe que no son más que aristocracias partidarias, un tipo de gobierno en el que lo que te hace especial es ser un dirigente del partido.


Los astutos y oportunistas partidarios terminan quedándose con todo y dejan a los demás muriendo de hambre, restringiendo sus libertades para primero hacerlos dependientes del Estado y sus agencias, que controlan con puño de hierro, y segundo, para evitar que compitan por el poder. Y, aunque usted no lo crea, lo hacen por el bien de los demás y no por el propio. El egoísmo es un pecado que solo cometen otros, nunca los camaradas.

Entienda esto: los socialistas son más inteligentes, bellos, visionarios, simpáticos, diligentes y responsables que los demás, por lo que saben lo que es mejor para usted. Debería quedarse callado mientras le quitan su empresa, negocio, departamento, oficina o casa. ¡Ring-Ring!... recuerdos de la UP para aquellos que la vivieron.


Teillier, al igual que Marx, pensaba que todas las instituciones, creencias y costumbres humanas fueron creadas por los malos que mencioné antes, los "otros", para explotar a los pobres y desvalidos como él y sus camaradas. Por lo tanto, consideraba que todo lo antiguo y tradicional debía ser destruido para permitir un renacimiento del ser humano. Los líderes de la UP llamaban a esto el "Hombre Nuevo". Tradiciones, lenguas, costumbres, instituciones, historia, etc., todas las creaciones humanas que no provenían de ellos eran consideradas obstáculos en la prisión que, según ellos, era nuestra sociedad para los socialistas y sus seguidores.


Por ejemplo, como buen comunista, no creía en el valor de la familia tradicional occidental o nuclear. Ignoraba los cientos de estudios serios que mostraban que los hijos que nacían fuera de una familia con padre y madre presentes enfrentaban desafíos adicionales. Para él, esto era irrelevante, y se cuestionaba incluso qué significaba el "fracaso". ¿Alguien realmente lo sabe?


Tampoco sentía simpatía por la propiedad privada, al igual que ningún socialista tradicional. Sin embargo, hacía excepciones por la propiedad privada de los demás, mientras él y sus camaradas se beneficiaban de lo que él llamaba la "propiedad público-privada".

Una vez que tomaban el poder y se convertían en los verdaderos aristócratas del sistema, se adueñaban de las mejores tierras, casas, departamentos y oficinas, y se las repartían como si fueran suyas, sin pagar por ellas, simplemente porque tenían el poder y pertenecían al partido correspondiente.


Este sistema de propiedad público-privada es realmente interesante. En la propiedad privada tradicional, generalmente debes trabajar para obtenerla y puedes perderla. En cambio, en la propiedad público-privada, debes ser miembro activo del partido o mantener la ortodoxia partidaria, de lo contrario, no puedes obtenerla o la pierdes.

Un caso exige esfuerzo laboral y el otro lealtad al partido. ¿Cuál de los dos fomenta más la economía y la creación de riqueza?


Teillier también simpatizaba con el lumpen y los criminales, a quienes consideraba como las verdaderas víctimas de nuestra sociedad. Al igual que Rousseau, creía que la culpa no recaía en los individuos, sino en la sociedad en su conjunto, que no les otorgaba lo que les correspondía por derecho de nacimiento. No eras tú el problema, sino que la sociedad te deformaba.


Marx siempre se quejó porque se consideraba el alfa de todos los alfas, pero nadie más lo veía así, y nunca obtuvo lo que creía merecer. La opinión de los demás no le importaba. Lo que creías merecer te pertenecía por derecho propio y porque así lo decidías. Nada más importaba realmente.


Stalin era un matón de barrio literal, un asesino callejero, y Mao utilizó a todos los delincuentes y criminales que pudo encontrar en China para llevar a cabo su revolución.

El lumpen no es más que el perro de presa del socialismo y su leal aliado, al cual puedes usar según tu voluntad a cambio de comida y atención. Siempre están dispuestos a salir a causar caos cuando se les necesita.


No podemos olvidar el movimiento social que intentó derrocar al presidente Piñera en su segundo mandato, a pesar de haber sido elegido democráticamente. Destruyeron y quemaron todo a su paso, arruinando la vida de miles de personas que perdieron años de esfuerzo por el pretexto de la justicia social.


Quienes tienen poco o nada sienten envidia de quienes tienen algo, sin importar cómo lo obtuvieron. Se desentienden de las penas y alegrías de quienes están un poco mejor, impulsados por egoísmo y egolatría. Este es el vínculo inquebrantable que une a Marx, Fidel, Mao y los demás con los delincuentes y criminales de la sociedad. Es un sentimiento de rencor y narcisismo.


Teillier también creía que no todos los individuos tenían los mismos derechos humanos, solo aquellos de izquierda los tenían.


Recuerdo cuando los estudiantes salieron a la calle para socavar el primer gobierno de Piñera, los comunistas salieron a defenderlos argumentando que protestar, tomar colegios, destruir y perturbar la vida de los demás era un derecho humano, para promover sus peticiones que todos ya conocían. No es que el gobierno ignorara las demandas del movimiento, sino que estos detalles no importaban en casos como este.

Sin embargo, cuando ocurrió algo similar en Venezuela contra el chavismo, el discurso cambió radicalmente y ahora los estudiantes fueron considerados golpistas, fascistas reaccionarios y esclavos del imperio yanqui, a quienes había que aplastar como insectos venenosos. Ser comunista te convierte en un santo, mientras que no serlo te transforma en un demonio.


La misma razón, pero diferentes disposiciones. Acercándonos a una perspectiva jurídica.

Es sorprendente la descarada actuación en este caso, pero es característica de personas que carecen de estándares éticos o morales, que no creen en la verdad y les importa poco lo que otros piensen de ellos.


Teillier también se preocupaba por los derechos de los trabajadores, pero no de todos los trabajadores. Aquellos que trabajaban para él no eran trabajadores, sino siervos, ya que la vara que se usaba para tratarlos era muy diferente a la que se aplicaba a los demás.

Durante las décadas en que fue la figura principal de su partido, hubo numerosas denuncias ante los medios, la Inspección del Trabajo y los tribunales, por parte de trabajadores que consideraban que sus derechos no habían sido respetados por los defensores de los obreros. Lo que a menudo se denunciaba habría avergonzado a cualquier gerente de recursos humanos, especialmente si se autodenomina progresista. Sin embargo, parece que a ellos no les importa. Se necesita ética para sentirse avergonzado cuando te atrapan mintiendo de manera tan flagrante.


Tampoco debemos olvidar la Universidad Arcis. Cuando el Partido se dio cuenta de que la situación se volvía complicada, retiró su apoyo a esa institución, y fueron los empleados, profesores y alumnos quienes se quedaron sin nada cuando todo colapsó. Es como si un empresario a punto de quebrar se llevara todas las maquinarias y bienes de la empresa y le dijera a sus empleados que se las arreglen. ¿Aceptarían eso los comunistas?

Teillier, al igual que Mao, Pol Pot, Stalin y Lenin, también seguía una ideología equivocada: el socialismo.


Este embrollo intelectual ha sido probado cientos de veces por diversas personalidades en todos los rincones del planeta, independientemente de su intelecto, altura, color de pelo, color de piel o preferencias culinarias. Siempre termina igual: miles y millones de muertos, campos de concentración, genocidios, matanzas, hambrunas interminables, ejecuciones públicas y falta absoluta de libertades individuales y de igualdad ante la ley.

Los gobiernos socialistas y comunistas del siglo pasado mataron a aproximadamente cien millones de personas en todos los continentes, sin contar las víctimas de guerra, que suman millones adicionales.


Para mí, el símbolo de estas masacres fue el Khmer Rojo liderado por Pol Pot, que mató a una tercera parte o un cuarto de la población de Camboya, según las diversas estimaciones.

La brutalidad de dicho régimen fue tal que los vietnamitas, que eran pro soviéticos, los invadieron para detener las masacres. Sin embargo, esto provocó una invasión china en respuesta, ya que los chinos estaban molestos con los vietnamitas por intentar detener a sus aliados y camaradas ideológicos.


Incluso entre los chinos y los soviéticos hubo tensiones.


Podría seguir escribiendo sobre lo descarado y desvergonzado que era el señor Teillier y cómo sus seguidores siguen siendo así, pero creo que lo que he escrito es suficiente para ilustrar mi punto. El resto parecería redundante.

Aunque no me guste hacerlo, alguien debe renunciar a ser el individuo popular que todos aman y respetan, porque nunca dice nada desagradable o fuera de lugar. Debemos recordar a la gente que no todo lo que brilla es oro y que creer ciegamente en lo que nos dicen los medios o los políticos puede llevarnos a serios problemas si no somos capaces de pensar de manera informada, racional e inteligente.


Finalmente, aunque lamento la pérdida de Teillier para sus familiares y amigos, creo que su fallecimiento ha disminuido mis posibilidades de terminar en un campo de concentración por pensar de manera diferente. Poco a poco me alejo de ese ominoso destino, esperando que, con el tiempo, esa posibilidad desaparezca por completo.

Aunque, para ser sincero, el camino hacia la tolerancia, la paz y la verdadera inclusividad y decencia es largo.

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