La Comisión de Expertos aprobó esta semana gran parte del anteproyecto de nueva Constitución que deberán entregarle al Consejo Constitucional. Para todos los que no estuvieron siguiendo de cerca la discusión, se los resumo en una frase: A pesar de dos derrotas electorales colosales, la agenda de la izquierda avanza.
Yo sé que muchos confiamos en que el 4 de septiembre la pesadilla constituyente se acababa…pero eso no fue así. Sabemos ya que la clase política se las arregló para resetearlo todo. Y así las cosas, aunque estemos hastiados, no podemos mantenernos al margen. Si la Constitución era importante hace un par de meses, sigue siendo muy importante hoy.
Parte importante de lo que se ha aprobado del anteproyecto tiene muchas pifias, se toman ideas de la propuesta de Constitución rechazada (como permitir la huelga de funcionarios públicos, la paridad y derechos indigenistas) y se dejan fuera también cuestiones MUY relevantes para los chilenos (como la propiedad, heredabilidad, libre administración y prohibición de expropiación-nacionalización-confiscación de los ahorros previsionales, deja fuera también la libertad de elección en materia de salud y el derecho preferente de los padres a educar a sus hijos).
Y pese a todas esas pifias y graves omisiones, los mismos que nos dijeron desde un inicio que Chile necesitaba una nueva Constitución, los mismos que prefirieron salvar sus cargos antes que pagar los costos de enfrentar la destrucción octubrista, los mismos que resetearon la pesadilla constituyente luego de que el pueblo chileno eligiera en un plebiscito la libertad y desechará la opresión, los mismos grandes derrotados de la elección recién pasada, son los que ahora empiezan a intentar asentar la idea de que el Consejo Constitucional no debería hacerle mayores cambios a la propuesta de la comisión de expertos.
¿Y por qué caen en esto?
Porque equivocan el diagnóstico…y a raíz de errados diagnósticos, desatan una cadena de equivocaciones, planifican su accionar político sobre bases endebles, poco sostenibles y muy desconectadas de los chilenos.
¿Cuál es ese diagnóstico errado?
El original, por supuesto, es el de comprarse la idea de que los problemas sociales que los chilenos denunciaron desde octubre de 2019 se solucionaban con un cambio de Constitución. Y así las cosas, luego de 4 años de retroceso, nos encontramos en un segundo proceso, que no es más que la prolongación del error original. En fin, y de ese error original surge también otro error de diagnóstico…muy repetido apuradamente por montones de analistas y replicado obviamente por dirigentes políticos: la idea de que la propuesta de Constitución del proceso anterior se rechazó porque no fue un “gran acuerdo”. Cuestión por supuesto, que no es así…la propuesta se rechazó porque era una pésima propuesta, porque a los chilenos no les gustó su contenido, porque no quisieron dividir a Chile en 11 naciones, porque no quisieron arriesgarse a perder la propiedad sobre sus ahorros previsionales y la libertad de elegir la institución de salud en donde quisiesen atenderse, porque no quisieron ser juzgados por caudillos indigenistas, ni tampoco someterse a los dictados morales de los activistas de las identidades sexogenéricas, porque en definitiva no quisieron ser un PluriChile…simplemente, quisimos seguir siendo chilenos.
Pese a todo lo que acabo de decir, la cuestión se sigue sosteniendo sobre el supuesto de que “ahora sí que sí”, con un “gran acuerdo”, cerraremos el debate constitucional. Equivocan, nuevamente. Pensar que el eje FA-PC dejará de lado aquello que los mantiene con vida es simplemente no prestar atención, o pensar que nosotros, los chilenos, somos idiotas. Porque comunistas y frenteamplistas ya nos avisaron anticipadamente sobre el segundo acuerdo constitucional:
Fernando Atria, el ideólogo del proceso fracasado dice: “No creo que este acuerdo nos lleve a una nueva constitución, pero sí a una nueva ordenación administrativa del Estado”.
El senador comunista, Daniel Núñez dijo también que: "no representa nuestras aspiraciones, nuestras demandas, nuestro sentido de lo que debe ser un proceso con una soberanía popular plena”.