top of page

"¡No te acepto lo de extrema!"




El relato contra la "ultra derecha", contra la extrema derecha, ya se activó…


Es raro: ningún medio de prensa se refiere a una ultra izquierda. ¿No la hay? ¿No los vieron validar la evasión, no los oyeron llamar protesta social al vandalismo, a la delincuencia, al terrorismo? ¿Los oyeron condenar los saqueos a supermercados y farmacias, los incendios del metro?


¿No se dieron cuenta de que acusaban a Piñera y a Mañalich de asesinos…aprovechando el covid para desestabilizar su gobierno? ¿No notaron cómo se prestaron para condenar a Carabineros y acusarlos de crímenes que no habían cometido?


Estoy hablando en serio.


¿Qué es ultra, qué es extremo… si no es esto? Porque da la impresión de que la ultra izquierda es invisible para algunos, a pesar de que se expresa con bien poca sutileza. Lo curioso es que, los mismos que no se atreven a calificar de radicales y de extremistas a los que lo son, no dudan un minuto en llamar ultra y extrema a la derecha…


Es raro también, porque da la casualidad de que la derecha que varios califican de extrema:


-No ha validado dictaduras (de hecho los países que tiene de referentes, son países libres y prósperos).


-Ha condenado sistemática y expresamente, las violaciones a los DDHH.


-Ha respetado el estado de derecho: ha cumplido con las leyes, ha reconocido los resultados de las elecciones, no se ha manifestado con piedrazos, barricadas o molotov.


¿Cómo es que tantos repiten, entonces, esto de que tales o cuales son extremos, aunque no lo sean, y tan pocos usen ese adjetivo para quienes realmente lo son? Y hoy quiero usar este espacio para mostrar cómo razona el ‘moderado tramposo’… ese que quiere hacernos creer que hay extremismo donde no lo hay.


Lo primero que hace el supuesto moderado, el autodenominado demócrata, es identificarse con un punto de vista, respecto de algo que en general, es contingente. O sea, accidental. En otras palabras, toma posición…


Vamos a usar el caso chileno, pero aplica para cualquier lugar del mundo y cualquier política pública: el moderado decide que está a favor de impulsar un nuevo proceso constitucional (de ese lado estuvo la ultra izquierda, la centro izquierda, la centro derecha en el pasado reciente).


Uno podía estar a favor de esa idea o en contra; argumentar en un sentido o en otro. Eso hicimos los que pensábamos que era un error tomar ese camino… argumentar, tratar de remecer, advertir, etc…


Pero el ‘moderado tramposo’ no hace eso, el ‘moderado tramposo’, no debate, sino que absolutiza y moraliza su punto de vista. Lo que es relativo (estar a favor o en contra de este proceso o de esta política pública, aquí y ahora) de pronto se transforma en una cuestión de principios; lo que es opinable, se toma como un asunto moral.


Así operaron los ‘moderados’: los que estaban a favor de este segundo proceso, se consideraban demócratas y calificaban a los que no, de extremos…


¿Insólito, o no? Las diferencias dejan de ser políticas y pasan a ser absolutos metafísicos y morales. El problema es que cuando una posición se absolutiza, y se moraliza, la realidad se reduce necesariamente a un binomio.


Por ejemplo, cuando hablamos de una verdad aritmética, no hay términos medios ni matices. Si dices que el resultado de la suma de 2 y 2 es algo distinto de 4, simplemente estás equivocado y no hay discusión posible.


En el plano moral: si nos referimos a conductas como el asesinato, la pedofilia o la difamación, pensamos en términos absolutos y no hay ni debiera haber relativización posible. El problema se produce cuando el moderado traslada este binomio a cuestiones que, por definición, son o pueden ser relativas:


Si estás en contra de un segundo proceso constitucional, eres extremo.

Si crees que debe haber más control migratorio, eres xenófobo.

Si te opones a la paridad, eres machista.


Lo que hace el ‘moderado’ es definir lo que está bien y lo que no, conforme a sus propias posiciones ¡insisto! Posiciones que tienen que ver con cosas contingentes…


El moderado nos informa entonces que:

-Él es el partidario de los acuerdos…

-Él es el que ‘hace política’, de la grande…

-Él es el demócrata…

-Él es el serio…

-Él es el que salvará al mundo de los extremos y del populismo


Y a partir de ese binomio artificial, el ‘moderado’ procede a una equiparación falaz, a un ‘falso empate’, en función de la palabra EXTREMO. Ya no se es extremo solo por quemar Iglesias, saquear supermercados, agredir a la policía… (para algunos, ni siquiera eso es extremo).


Hay una nueva forma de extremismo, que consiste- básicamente- en no estar de acuerdo con el grupo de los ‘moderados tramposos’, y eso te convierte en un extremo tan extremo como el que lanza molotov… de ahí viene la expresión que condena los extremos “de un lado y de otro”.


Hay otros, que son más sutiles, que dicen que esto de extrema derecha es una cuestión meramente referencial: mienten. Porque jamás usan la misma expresión para la izquierda. Y porque si hay centro derecha, la que no es de centro, debería llamarse simplemente, derecha.


Lo que distingue a la derecha tradicional, de la derecha a secas (y que los interesados llaman ‘ultra’) no es una cuestión de grados: no es que quieran lo mismo que la centro derecha pero con mayor o menor radicalidad.


NO: quieren cosas distintas. Tienen prioridades distintas: La centro derecha está enfocada en el sistema político, en dar con una fórmula que garantice su sobrevivencia. La derecha a secas, en las urgencias sociales: su foco está puesto en los electores. La centro derecha confía en los acuerdos y reuniones de las dirigencias, es la forma en que entiende la política. La derecha a secas entiende que antes de cualquier acuerdo, debe convocar a una mayoría ciudadana y consolidar el apoyo a sus ideas.


No se trata de mayor o menor moderación, de mayor o menor radicalidad, se trata de mayor conexión: eso es lo que tiene la nueva derecha, y no la derecha tradicional… porque por favor, señores, no insulten la inteligencia de los votantes, estadísticamente hablando, en Chile no hay 3.500.000 de extremistas… eso es ridículo. Y tampoco podemos decir que es gente que votó desinformada, porque si hay algo que la izquierda (extrema y de centro) y la propia derecha tradicional hizo, fue apuntar contra Kast y colgarle estos adjetivos, me atrevo a decir que por décadas, así es que suponer que la gente no se enteró, creo que es bastante absurdo…


Ahora bien: es un hecho que este relato ‘cala’. La pregunta es: cómo, por qué y en quién…


Es curioso darse cuenta de que entre las personas a las que les hace sentido el tipo de razonamiento del ‘moderado tramposo’ (que va por el mundo previniendo de los peligros que supone votar por la ‘ultra’ o la ‘extrema derecha’), hay una coincidencia de clase. Sí, este discurso cala más y mejor, en la elite.


Hasta cierto punto esto es bastante natural: el concepto de ‘extremo’ representa para la elite, la amenaza de un cambio radical que pone (o puede poner) en jaque su estilo de vida. Y tiene en ella resonancias especiales, por tanto, y a esto no le doy una connotación negativa…


El relato del ‘moderado’, que se presenta como capaz de contener el ‘extremismo’, tiene para la ansiedad existencial de esa elite, un efecto sedante.


De eso se trata, de contener el extremismo, representado fundamentalmente por la ultra izquierda (en Chile, el PC y el Frente Amplio).


PERO, para contener ese extremismo, que es el extremismo real, el moderado le dice a la elite es necesario contener TAMBIÉN a ese grupo que molesta, que incomoda, a la ultra izquierda, que es la derecha. No la centro derecha, la derecha sin más. Y entonces el moderado, que es parte interesada en todo esto, llama extrema no solo a la izquierda revolucionaria, sino también a la derecha que está compitiéndole y ganándole.


En el afán de contener el extremismo, incluso la idea de ceder en cuestiones de fondo, tiene sentido: es el ‘precio’ a pagar para evitar la revolución. Los ‘acuerdos’ son ‘la’ vía de escape de la revolución….


¿Pero por qué fracasa este plan? ¿Porque no hay que llegar a acuerdos? ¿Porque no se debe ceder jamás en nada? No. Eso es absurdo, la política es parte del tipo de quehacer que conocemos como ‘práctico’, y esto obliga a tomar permanentemente, decisiones prudenciales, dentro de las cuales puede ser conveniente ceder…


El problema no es ese: el problema es en qué se cede, cuándo se cede, y ante quién se cede. Eso es lo que el ‘moderado tramposo’ no ha entendido. Por eso, se ofrece como ‘mediador’ (el ‘moderado’), pero no tiene la representación que pretende. No ha hecho un diagnóstico preciso porque no tiene calle. No es un genuino representante. En definitiva, no tiene poder.


Toda la confianza que la elite deposita en esa centro derecha, por tanto, es un despilfarro, porque lo que hace el moderado es dejar a la clase media sin representación.




bottom of page