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Libertad Religiosa: Tolerancia en el espacio público chileno

Por Lic. Benjamín Escobedo Araneda (Escritor y Académico)

Lic. Teología, Lic. © Historia, Certificación en Coaching para el Liderazgo y Comunicación Efectiva (PUC)

Autor del libro “Ecología Bíblica: Una perspectiva ética cristiana para la humanidad en el siglo XXI” (Lanzamiento por Monte Alto Editorial, marzo 2023)

Próxima publicación (Diciembre 2023, Monte Alto Editorial) “David Trumbull: El proyecto laico y de incidencia pública de un protestante en el siglo XIX chileno"


Existen diversos matices políticos, ideológicos, culturales, entre otros tantos; sobre el denominado espacio público chileno, sin embargo, no parece ser pertinente la dimensión religiosa para estos efectos. La intolerancia hacia convicciones de este tipo, entre paréntesis, relega la libertad del individuo moderno con relación a sus creencias últimas. Pero, ¿Cuál es el verdadero problema de la libertad religiosa en el espacio público?


Primero, el Estado necesita garantizar una laicidad con relación a la sociedad en que se erige, a su vez, construir elementos de ecumenicidad sobre las religiones suscitadas y abandonar aquellos discursos de enajenación religiosa sobre el espacio público. Intentar soslayar la libertad religiosa nos conllevaría irrefutablemente a una crisis de carácter político y moral. Además, la gran premisa de la laicidad tensiona justamente aquel discurso enarbolado de hoy en día, “relegar toda práctica religiosa” en vías de una mejor sociedad.


La solución no radica en un Estado que adscriba prohibiciones religiosas, sino más bien, en una laicidad garantizada y permanente.


A lo largo del siglo XXI la libertad religiosa continua permeando el debate público del mundo entero, Chile no es la excepción. Por tanto, debemos garantizar desde una mirada constitucional el libre ejercicio de la religión sobre la vida pública, una tolerancia ejecutada indistintamente del credo a profesar, o sea, delimitar requisitos en la construcción de espacios físicos adyacentes a la espiritualidad suscitada en la vida privada.


En otras palabras, para que exista una libertad religiosa y, por ende, tolerancia en el espacio público chileno, tiene que existir una regularización de la religión mediante un garante neutral, el Estado propiamente tal. Así, como existen sacerdotes, pastores y feligreses, también se deben garantizar espacios de laicidad incluso para el no creyente, vector propio de la afirmación inicial: “Libertad Religiosa: Tolerancia en el espacio público chileno”. Además, el fenómeno religioso implica libertades que, deben ser esbozadas racionalmente con relación a sus aproximaciones místicas. Por ende, la dificultad no estaría presente sólo en espectros dogmáticos, sino también en la manera de expresar la libertad religiosa sobre nuestra sociedad.


Segundo, el significado del término religión genera muchas veces conflictos, vicisitudes e imaginarios que penetran la vida pública y privada in situ, horizontes de los cuales todos somos testigos; entre paréntesis, elementos que abren espacio al diálogo sobre la tolerancia. Para algunos, la religión es una experiencia mística guiada por preguntas sobre el sentido de la vida que se despliega en una hermenéutica que se aplica a todos los elementos de la vida personal y de la comunidad, mientras que para otros, es una mera adhesión formal a principios y una praxis social de hábitos inculcados por la sociabilización de siglos pasados; aquello, radica en una cosmovisión religiosa que erige sobre el temor constante.


¿Cuál es la religión entonces que debería circular libremente en el espacio público chileno? ¿Cómo hilvanar la tolerancia religiosa en ese mismo sentido?


Una de las personalidades más influyentes de la filosofía política sugiere ciertos tópicos para tratar la problemática enunciada, Libertad Religiosa: Tolerancia en el espacio público chileno. La propuesta de Robert Audi establece algunas claves de reflexión para el problema de la religión en el mundo contemporáneo.

(1) Garantizar el Principio Libertario, en otras palabras, todas las personas tienen derecho a profesar el culto que estimen conveniente, no solamente en la privacidad de la conciencia humana, sino también en los ritos externos que subyacen a esa religión experimentada. Desde ese punto de vista, en un Estado todas las personas tienen derecho a creer lo que estimen conveniente desde una mirada religiosa, metafísica, etc. (2) El segundo Principio se denomina Igualitario, por ende, el Estado tiene el deber de tratar a todas las confesiones religiosas por igual. A partir de aquí, católicos, musulmanes, cristianos, hare krishna o mormones (por señalar solamente algunos), ante los ojos del Estado, siempre serán lo mismo. Por consecuencia, cuando se viola el Estado Igualitario, se generan preferencias hacia ciertas tradiciones religiosas.

(3) Por último, Audi sugiere el principio de Neutralidad, dicho punto asevera tratar a la religiosidad y a la no religiosidad con igualdad. En otras palabras, es aplicar al fenómeno religioso y al no creyente un estatus de igualdad para efectos públicos. En síntesis, una salida a la afirmación inicial, Libertad Religiosa: Tolerancia en el espacio público chileno, propone un constructo basado en aquella laicidad indistintamente la religión o credo profesado, a su vez, respetando al no creyente en la misma igualdad de condiciones que aquel ciudadano creyente. En resumen, las propuestas de Robert Audi instalan una relectura de la vida pública, privada y horizontes de tolerancia para una Libertad Religiosa fidedigna.

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