(Por Arnoldo Guillermo König Jottar)
Preocupa profundamente la contradicción que existe en la sociedad chilena al momento de enfrentar la delincuencia. Cuando muere una niña inocente como Tamara, en manos de criminales, le pedimos las respuestas a nuestras autoridades ante la ineficiencia de las Policías en el resguardo de la seguridad nacional. Sin embargo, cuando un Carabinero actúa con el objeto de evitar que se cometa un ilícito capaz de poner en riesgo la vida de otras personas, le van a pedir las respuestas al Instituto Nacional de los Derechos Humanos, yéndose en contra de nuestras Fuerzas de Orden Público.
¿Qué es lo que quieren realmente los chilenos? ¿Seguir la política infundada de cierto sector político que busca quitarle facultades a quienes nos protegen? O bien, ¿Fortalecer a aquellos para evitar las tragedias que muchos suelen lamentar públicamente cuando ocurren? Ideas que promueven las bancadas del PS Y PC, como por ejemplo, la de suprimir la atribución de las Policias para realizar controles de identidad, solo facilitan la ocurrencia de diversos delitos, que, de presenciarse una mente enferma en la comisión estos, otra persona deberá pagar con su vida el costo de las malas decisiones de nuestros legisladores.
Dicho lo anterior, resulta menester preguntarnos, ¿Es necesario que lleguemos a sufrir la muerte de uno o una más? ¿Debilitar a nuestras instituciones de Seguridad Pública constituyen el camino que queremos tomar como país?
La respuesta es evidente, pero en lo personal, cuesta entender a aquellas personas que ven al delincuente como una víctima en el delito frustrado, y como un sociópata en el consumado, calificando una actitud criminal y el actuar policial ateniéndose simplemente a un factor ex-ante y ex-post a la consumación del delito.
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