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Día de la Mujer: Distorsión de un sector feminista en Chile

Lic. Benjamín Escobedo (Académico, Teólogo, Columnista e Investigador de Historia) Certificación en Coaching Liderazgo y Comunicación (PUC) Escritor para Latinoamérica (Monte Alto Editorial)

Columnista de Fundación Nueva Mente (FNM) Lic. Teología / Lic. © Historia



Cada año en nuestro país se celebra el denominado “Día de la mujer” mediante diversas actividades, conmemoraciones y esbozos de ideales feministas. Sin embargo, el 8 de marzo constituye un acontecimiento de memoria que se origina en las manifestaciones realizadas por las mujeres de principios del siglo XX en Europa y en Estados Unidos. Su objetivo: reclamar mejores condiciones laborales y el derecho de sufragio. Esta premisa difiere bastante de las voces y desafíos que encontramos en el espacio público chileno, más aún, aquella conmemoración de nuestro país adscribe a una realidad degradante respecto de un segmento feminista radical, por tanto, surge un paisaje que denominamos “Día de la mujer: Distorsión de un sector feminista en Chile”.


Primero, las aristas que sustentan esta celebración erigen en un deseo histórico de mejoría y significado a través de la sociedad civil, de esta forma, desarrollar transformaciones y avances en virtud de todas las mujeres, no obstante, dicha afirmación no es muy pertinente si observamos el aclamado “Día de la mujer” en Chile. Cada año las marchas se apoderan del patrimonio y espacio público aludiendo vicisitudes que invisibilizarían a las mujeres del país, por consecuencia, abrazando un absolutismo ideológico y penetrando con pseudocríticas propias del feminismo radical. En otras palabras, la conmemoración pasa a un costado y se intenta izar un movimiento ideológico que, entre paréntesis, contiene mucho de agenda política global y muy poco de cambios sin violencia alguna.



Segundo, el “Día de la mujer” debiese resaltar y buscar desafíos adyacentes a las problemáticas de las mujeres en el siglo XXI, por ende, no motivar constructos extremistas y polarizados, sino más bien, reivindicar sistemáticamente los espacios, dignidad humana y libertades públicas respectivamente. Es imposible no presenciar en estas fechas al movimiento feminista con sus argumentos y manifestaciones poco depuradas que, incluso, soslayan una descontextualización de la realidad general de las mujeres. Pareciera que todo es entendido por esta ideología a partir de la opresión, anulación y cancelación in situ desde el hombre. Claro está que, las feministas posmodernas son mucho más críticas con Occidente que con Oriente; una ironía del movimiento. Y es que durante el siglo XXI una de las ideologías que más ha penetrado la esfera pública es el aclamado feminismo. Esta dimensión propugna un cambio en las relaciones sociales que conduzca a la liberación de la mujer eliminando las jerarquías y desigualdades entre los sexos, dicho sea de paso, una aseveración generalizada en Chile si consideramos algunos matices. Por ejemplo: El Informe sobre la Brecha Global de Género 2022 del Foro Económico Mundial (WEF) reveló que, a nivel educativo, las mujeres siguen estando sobrerrepresentadas en los estudios superiores relacionados con la educación, la salud y el bienestar, pero están infrarrepresentadas en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. El desafío es avanzar, no acentuar estancamientos que van en mejorías paulatinamente. Por otra parte, es importante saber que el feminismo liberal se caracteriza por definir la situación de las mujeres como una de desigualdad y no de opresión y explotación, junto con ello, por postular la reforma del sistema hasta lograr la igualdad entre los sexos principalmente en oportunidades y acceso, claramente, un paradigma transformador en medio de un feminismo utópico. El feminismo radical es excluyente, dicho sea de paso, con tintes de sectarismo. Por el contrario, el feminismo liberal no tiene color político, es garante de muchos avances en cuestiones trascendentales para la sociedad, por ende, las mujeres conllevan libertades indistintamente la raza, color y origen.


Una de las obras más recientes del PhD Miguel Saralegui, investigador del Instituto de Historia de la Universidad San Sebastián e Ikerbasque Fellow en Universidad País Vasco lleva por título “Breve historia del pensamiento político moderno: De Maquiavelo al Coronavirus” (Año 2022, Editorial Arcus - Instituto Res Pública), esta sugiere a modo complementario: “El feminismo se vincula con el núcleo del pensamiento político moderno: la erradicación de la desigualdad natural como criterio para la desigualdad política. A pesar de su resistencia voluntaria a la definición, toda variedad del feminismo debe suscribir una experiencia fundante: todas las mujeres han sufrido discriminación, sujeción, opresión por el hecho de ser mujer. La teoría política feminista se divide por dos variedades de discriminación, las cuales, al no ser siempre coincidentes, puede generar una gran tensión entre discursos y programas en los que ambos se reconocen como feministas” (pp.250). Tal vez, el presente “Día de la mujer” podría abrir espacios a un diálogo tolerante y verosímil respecto del valor de la mujer en la sociedad del siglo XXI, solo así, la conmemoración histórica y desafíos habrán encontrado un significado loable en la reivindicación vivificada en el espacio público.


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