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Cuicas desconectadas: Así son las políticas que se llaman feministas


Muchas mujeres, quizá la mayoría de las que conozco, se dicen feministas… ven en el feminismo una reivindicación de la mujer, de su papel en la historia, del reconocimiento a su trabajo y características propias. A esas mujeres, quiero decirles que el feminismo en su versión actual es una estafa, un negocio encubierto.


En primer lugar, porque es un movimiento político y eso nunca se transparenta.


Y cuando digo político, lo digo en el sentido de que es un movimiento que persigue fundamentalmente, facilitar el acceso de algunas mujeres (no de todas) a espacios de poder, tanto en la política como en la empresa. Y aunque las activistas no lo digan, es funcional (o sea, está al servicio) de algunos partidos políticos: los de ultra izquierda.


Pero, ¿cómo operan las activistas? ¿Cómo es que logran engañar a tantas mujeres?


Obviamente, para que no quedar al descubierto, para que el discurso se masifique y lograr que la mayor cantidad de mujeres se sientan identificadas con la causa, lo que hacen las activistas es hablar de problemas que son transversales, que puede sufrir cualquier mujer: experiencias de abuso sexual, de acoso, de abandono, de la crianza de los hijos en ausencia del padre, del colapso por la sobrecarga en labores domésticas, del cuidado de enfermos, de soledad…


Lo malicioso es que llegado el momento de proponer iniciativas en favor de “la mujer”, lo que hacen las activistas es concentrar sus esfuerzos en todas aquellas propuestas que les permiten a ellas correr, en el mundo político y privado, con ventajas. Y esto obviamente no va en favor de todas…


De hecho, las que llegan a ser candidatas, o funcionarias públicas de un gobierno, las que pueden integrar directorios de empresa, son pocas, y están lejos de ser las que realmente necesitan ayuda.


Esta es una estafa equivalente a la de esos políticos que hablan del pueblo, para servirse del pueblo. Es lo mismo pero en un formato renovado…


Y voy a dar un ejemplo: este año, el Gobierno consideró en su presupuesto para el Ministerio de la Mujer, 3.000 millones de pesos (o sea, 8 millones de pesos al día, por los 365 días del año) en un programa que se llama “transversalización de género”.


¿Qué significa esto? Leo, incorporar “la perspectiva de género en todos los sistemas y estructuras, en las políticas, programas, procesos de personal y proyectos, en las formas de ver y hacer, en las culturas y organizaciones”.


En otras palabras, cupos asegurados para mujeres, particularmente, para mujeres que ya tienen poder político, o expectativas razonables de acceder a él.


Obviamente, esto siempre lo dicen con su esnobismo cursi y vacío: vamos a re-significar, vamos a presentar un programa robusto, vamos a nutrir, etc.


3.000 millones de pesos…. ¿Curioso, no? Tanta plata, en algo tan de elite. ¡Cuánto gasta en personal ese ministerio: 57 millones, diarios! Más: un programa asociado a la participación de mujeres en política, que cuesta 427 millones al año, y que en la página web del gobierno, aparece sin link para inscribirse: desactualizada desde el año 2021. Pero la plata sigue entrando y gastándose, no sabemos en qué…


Curioso un aumento de presupuesto que se dirige a este programa, mientras el presupuesto para el programa en materia de violencia contra las mujeres, prácticamente se mantiene igual.


Y es que estas son las cosas que a las feministas les importan: de hecho, no es casualidad que casi nunca se refieran a problemas como la enorme cantidad de adolescentes que son violadas sistemáticamente por parte de alguien que integra su propia familia. No, acá lo urgente son las cuotas.


Una estafa política, por parte de activistas políticas, y que, además, está asociada a partidos de extrema izquierda. Usan el feminismo para obtener privilegios, y cuando se trata de evadir responsabilidades o de eludir críticas, se escudan en el machismo. Esas son las feministas, hoy: unas estafadoras, unas cobardes.


Y precisamente porque es una ideología de la izquierda que opera con lógica de poder, es que solo reconoce la condición de víctima a la mujer que piensa como ellas, y solo sanciona, como victimario, al hombre que puede ser su adversario político. Los demás, no merecen misericordia…


Porque es de ultra izquierda, también, es que todas las propuestas de este feminismo apuntan a crear dependencia y exacerbar divisiones.


No se puede confiar en un feminismo que victimiza, porque la auto-compasión no fortalece… debilita. Nos induce a despilfarrar energías que necesitamos para salir adelante.


No se puede confiar en un feminismo que en lugar de potenciar la fuerza y la resistencia natural de la mujer, históricamente muy superior a la del hombre, exacerba una hipersensibilidad que raya en lo histérico… que es la que vemos en las activistas.


No se puede confiar en un feminismo que es anticapitalista, que condena el modelo que hace libres y autónomas a las personas (incluidas las mujeres), porque es ese modelo, y no el comunismo ni el socialismo, el que deja espacio y no pone trabas al desarrollo de los proyectos personales.


No se puede confiar en un feminismo que nos vuelve dependientes de una política, de una funcionaria pública, o de una burócrata: no queremos eso.


No se puede confiar en un feminismo que desprecia la maternidad, porque todas las mujeres somos de alguna manera, tengamos o no tengamos hijos, madres. Hemos sido y seguiremos siendo protectoras de la familia.


No se puede confiar en un feminismo decadente, que exacerba la vulgaridad. La elegancia la inventamos nosotros, y es la respuesta que le hemos dado a la barbarie.


No se puede confiar en un feminismo que carece de sentido del humor, que nos convierte en tontas graves, en paranoicas, buscando machismo ahí donde no lo hay. Estamos para cosas más grandes que esas.


No se puede confiar en un feminismo que desconoce lo que hemos sido, lo que somos y lo que podemos ser. Que nos pone al nivel del hombre y no nos permite establecer nuestros propios términos en una relación de amor.


Me siento orgullosa de ser mujer, lo elegiría mil veces si dependiera de mí.



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