(Por Pedro Vidal | Activista de +R)

Vivimos tiempos de angustia, tiempos de crisis y de incertidumbre. Los liderazgos políticos, las instituciones y las estructuras de poder se derrumban sin que nada las detenga, y no, no es normal que esto suceda de esta forma, usted no se equivoca.
No es la primera vez que nuestro país atraviesa periodos de crisis, ni tampoco será la última, pero sí es la primera vez en que somos capaces de ver y estudiar la convulsión política de una manera tan cercana. Tan de cerca que nos revela su verdadera naturaleza, sus antecedentes y su ingeniería. Sí, los periodos de crisis siempre anteceden a los grandes cambios, pero si algo nos enseñan los procesos políticos de este siglo, es que estas crisis son más bien ingeniería social y estrategia de largo plazo que otra cosa. En el siglo 21, ya no existe tal cosa como un “levantamiento popular espontáneo”… si es que alguna vez existió.
La minoría organizada por sobre la mayoría desorganizada es un principio general del activismo y la política muy aprendido y enseñado en el aparato organizacional de los partidos, pero muy pocas veces discutido abiertamente en la opinión publica… mal que mal, un buen mago nunca revela sus secretos.
No, no le estoy hablando de una conspiración ni un viral de redes sociales. Le estoy hablando de un proceso muy bien documentado y estudiado por las agencias de inteligencia, cuerpos de defensa, policías y agencias de seguridad interior de las naciones más desarrolladas y experimentadas en los conflictos bélicos y la diplomacia internacional: el trabajo de una minoría muy bien organizada, posicionada, financiada y decidida, que lleva un proceso de ingeniería social para tomar control e influenciar a la mayoría desorganizada de cualquier institución, organización, espacio o incluso un país completo… la subversión ideológica, guerra psicológica o ingeniería social clásica.
En plena guerra fría, un ex agente de la KGB, un desertor de conciencia, Yuri Bezmenov, comenzó a divulgar los conocimientos que alguna vez él mismo utilizó para llevar las ideas de la revolución marxista leninista a otras naciones, y así llevar a cabo un proceso de subversión ideológica que acercara a esas naciones al eje soviético, entendiendo que, en las democracias liberales de occidente, el poder político y diplomático supera por mucho el poder de las armas. Era el supremo “arte de la guerra”, como diría Sun Tsu, una manera de conquistar y dominar naciones sin siquiera disparar un tiro. No serían las divisiones de Stalin las que le darían poder e influencia a la revolución, si no los propios ciudadanos de las naciones enemigas quienes obligarían a sus autoridades a capitular.
Bezmenov nos describe el proceso como guerra psicológica, subversión ideológica o contra medidas, y lo separa en 4 grandes etapas: 1. Desmoralización
2. Desestabilización