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Covid 19: reflexión basada en lo que sabemos de la gripe A(H1N1) del año 2009


Por Dan Macías Flores | Médico Cirujano


El año 2009 surgió un nuevo virus de la influenza A(H1N1), que contenía una combinación exclusiva de genes de virus de influenza que nunca antes había sido identificada en personas o animales y se propagó rápidamente por el mundo. Pocas personas jóvenes tenían algún grado de inmunidad existente (según se detectó por la respuesta de anticuerpos) contra el virus, pero alrededor de un tercio de las personas mayores de 60 años sí tenía anticuerpos contra este virus, probablemente debido a una exposición a un virus H1N1 en algún momento previo en sus vidas. A nivel mundial, se estimó que 80% de las muertes relacionadas con A(H1N1) ocurrió entre personas jóvenes, menores de 65 años. El 10 de agosto del 2010, la OMS anunció el fin de la pandemia de influenza A(H1N1) del 2009. Sin embargo, el mismo virus A(H1N1) sigue circulando como virus de la influenza estacional y es responsable de casos de influenza, hospitalizaciones y muertes cada año a nivel mundial (1). La gripe del año 2009 encontró en mejor pie a los ancianos que a los jóvenes, a diferencia de lo que hemos visto este año 2020.


La mascarilla higiénica o de tela, es aquella que las personas usamos en Chile por 2 normativas: (a) Resolución exenta N° 282 del 17 de abril de 2020, para lugares y circunstancias específicas, y (b) Ordenanza municipal en varias ciudades, para poder pisar la vía pública. Los chilenos mayores de 75 años se encontraban en cuarentena obligatoria, en todo el territorio nacional, desde el pasado 15 de mayo hasta el 25 de julio, con el fin de evitar su exposición al virus, a diferencia de los jóvenes o menores de 75 años, que han podido transitar pero están obligados por ley (u ordenanza municipal) a usar mascarilla, para que no tengan contacto con el virus, lo cual es una forma de impedirles desarrollar inmunidad. Aquí, cabe preguntarnos ¿qué les ocurrirá cuando tomen contacto con la cepa del Coronavirus (SARS-CoV-2) que circulará el 2021, el 2022, etc.? ¿Los veremos caer como sucedió con la gripe del 2009?


Surgió un hallazgo interesantísimo, que ha sido prácticamente omitido por todos los medios de difusión masiva: el 25 de junio de 2020, la revista científica Cell publicó un artículo (2) consignando que en ∼40%–60% de los individuos estudiados, que no habían tenido contacto con SARS-CoV-2, había inmunidad contra ese virus, sugiriendo que la exposición de esos individuos a los coronavirus que causan el resfrío común generaba reactividad cruzada contra SARS-CoV-2.

Hay dos formas de adquirir inmunidad: por contacto natural con el virus y por contacto artificial (vacunación). Los medios de comunicación desprestigian el mecanismo natural y promueven el mecanismo artificial, defendiendo una vacuna que no existe, promoviendo lo que no conocen y vociferando que hay que usar mascarilla "hasta que se obtenga la vacuna". Esa coacción judicial y mediática impedirá la adquisición natural de inmunidad colectiva, hasta que la pérdida de vidas humanas jóvenes nos haga creer que la única opción es la vacuna. Pero los libros de Medicina enseñan algo muy distinto. Este texto no pretende negar que las ordenanzas municipales son un formidable instrumento en pos de la concreción de los fines municipales, así como un medio para reglar materias incluso contemplando disposiciones ilegales o derechamente inconstitucionales, que infringen derechos fundamentales de las personas. Este texto tampoco pretende incentivar al lector a desacatar las normas establecidas por las autoridades ni a abandonar el uso de mascarilla en las circunstancias específicas en que puede protegernos. Este texto, en realidad, es un llamado a reflexionar a partir de hechos históricos: la gripe del año 2009 se dio en una época donde NO había sido obligatorio el uso de mascarillas, sino que las personas se exponían naturalmente a las partículas que flotaban en el aire y cuando llegó el año 2009 el virus A(H1N1) encontró en mejor pie a quienes ya habían tenido contacto con A(H1N1). Cuando alguien infectado por un virus respiratorio tose y/o estornuda, las partículas virales expulsadas pueden avanzar flotando hasta 1 metro de distancia y luego caerán por su propio peso. En ese tiempo, en que flotan, la concentración de esas partículas disminuye porque se diluyen rápidamente en el aire que rodea al infectado. La cantidad de partículas respirada por un individuo cercano sano es decisiva para que se produzca el contagio. Esa dosis infectante influye tanto en la duración como en la gravedad de los síntomas de quien se contagia. Una dosis baja (como la que se produciría en la vía pública o al aire libre, en general) probablemente será contenida de manera satisfactoria por parte del sistema inmune de un individuo sano, quien desarrollará memoria inmunológica y tendrá anticuerpos prefabricados para cuando reciba una mayor dosis infectante del mismo virus (ó de uno similar, lo cual se llama "inmunidad cruzada"). Cuando eso ocurra, una respuesta inmunológica rápida y específica se encargará de neutralizar al intruso. Así fue como un porcentaje importantísimo de ancianos hizo frente al virus A(H1N1) el año 2009, a diferencia de los que eran jóvenes. Si ese mecanismo les sirvió a ellos, ¿acaso no les servirá a los jóvenes y menores de 75 años de nuestro tiempo? ¿Les prohibiremos la posibilidad de usar sus mecanismos biológicos? Así como el virus A(H1N1) llegó para quedarse y circula cada año causando gripe estacional, el SARS-CoV-2 circulará año tras año. ¿Entregaremos a los menores de 75 años maniatados a la cepa de SARS-CoV-2 que circulará el próximo año?


2. Grifoni A, Weiskopf D, Ramirez SI, et al. Targets of T Cell Responses to SARS-CoV-2 Coronavirus in Humans with COVID-19 Disease and Unexposed Individuals. Cell. 2020;181(7):1489-1501.e15. doi:10.1016/j.cell.2020.05.015

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