Por Diego Maureira
Presidente Partido Libertario de Chile

Ya terminado el año 2020, superado el plebiscito del 25 de octubre, con un calendario electoral listo y un proceso político hegemonizado por la Izquierda radical, considero necesario reflexionar acerca del presente del sector denominado “la nueva derecha”, el cual espero pueda servir para comenzar a trazar las directrices de su futuro próximo.
Este sector, incipiente e inexperto, conformado por libertarios, conservadores, nacionalistas, patriotas e incluso pinochetistas, adquirió cierta relevancia en el contexto del plebiscito pasado, reuniéndose por primera vez en la opción “Rechazo” de esa contienda. Tal movimiento consistió básicamente en una reacción contraria al proceso insurreccional de octubre de 2019 con distintas manifestaciones, destacándose por su masividad y la sesgada cobertura mediática las marchas de El Golf, entre otras menores, pero relevantes por su simbolismo como la “Toma de la Plaza Baquedano” ocurrida en febrero de 2020, que terminó con la agresión física a los manifestantes por parte de las huestes anarquistas conocidas como “primera línea”.
Sus protagonistas fueron distintas agrupaciones civiles que surgieron a la par con partidos políticos nuevos o en formación que ya venían trabajando por la libertad, medios de comunicación alternativos, agrupaciones culturales y de autodefensa, grupos de propaganda y activistas varios de redes sociales.
Todo esto es una buena noticia en cuanto a que se hizo evidente que habían personas dispuestas a trabajar por la causa.
Algo muy característico de este movimiento, y que responde a los tiempos actuales, fue la ausencia de partidos políticos tradicionales. Se podía ver un rechazo visceral a estos, por considerarlos débiles, traidores, “vendepatria”, entre otros epítetos, con la excepción del Partido Republicano, que contaba con mayor aceptación, aunque no total, gracias a la adhesión de muchos de sus integrantes por su líder natural y fundador, José Antonio Kast.
Pero más allá de eso, es preocupante, a mi juicio, constatar que la base movilizada no estuvo articulada como tal, puesto que una vez concluido el plebiscito y conocida la aplastante derrota sufrida, cada organización siguió su derrotero propio e incluso algunos se desmovilizaron, volviendo a sus vidas habituales.
Pienso, en primer lugar, que esto se debe a que el movimiento es de naturaleza reaccionaria. Responder a un ataque, en este caso, al modelo de desarrollo que ha traído tantos éxitos al país en los últimos 30 años, requiere preparación y planificación de largo plazo, junto con líderes fuertes y formados. Hay en los chilenos una muy mala base educativa en temas filosóficos, sociológicos, valóricos y cívicos, sobre todo en nuestro sector. Siempre se han menospreciado las humanidades en general por ser consideradas “poco rentables”, lo que evidencia el carácter eminentemente tecnócrata que hemos adquirido en el tiempo. Explicar e interpretar desde la economía o la evidencia empírica solamente la realidad, es insuficiente para abarcar todas las dimensiones del ser humano y su interacción con la sociedad. Ya es bien aceptado el hecho de que las personas se mueven guiados por sus emociones, por lo que despreciar este aspecto en la narrativa es un error fundamental que debe ser corregido a la brevedad si queremos desviar el curso de los acontecimientos por el que nos está llevando la hegemonía imperante actual. Hay que darle un relato coherente y "en simple" a los datos que están de nuestro lado, para que nuestro discurso sea irrebatible. Esa misma emoción fue la que nos movilizó el año pasado, pero que debe ser conducida hacia un objetivo común y co