Por Sofía Fernández C. | Periodista FNM

“Mañana te pago”, “te devuelvo el llamado”, “llego en cinco minutos”.
Para qué estamos con cosas: los chilenos no somos muy buenos para cumplir lo que decimos, o lo que es peor, hacemos del engaño y la falta de honestidad una forma de vida o de relacionarnos con los demás.
El problema es que, de esa manera, hemos construido un país de mentira.
Sí, un vergonzoso país de mentira.
Un castillo de naipes.
"Auto-donaciones", "no más pitutos”, "estado de excepción acotado”, "rebaja de sueldos para ministros y asesores"... Frases o acciones que podrían simplemente pasar a engrosar nuestro casi infinito listado de chamullos, arreglines, eufemismos y cantinfladas a las que lamentablemente nos acostumbramos desde que aprendemos a caminar.
Pero por supuesto, hay hechos o situaciones de mucho mayor gravedad. Me detengo en dos a modo de tristes ejemplos:
La inmigración descontrolada responde, más allá de las causas de fondo o las entendibles necesidades de muchas familias que no han visto otra opción para sobrevivir, a nuestra obtusa incapacidad de reconocer las limitaciones del país para recibir a una población que no podrá acceder a los servicios básicos con un mínimo de dignidad, pero también a ese deporte nacional que es el hacer vista gorda frente al no respeto y cumplimiento de la legislación vigente.
En otra dimensión, Chile, hay que decirlo, no se ha reconciliado desde la vuelta a la democracia. El dolor, odio y rencores siguen ahí ya que no hemos podido o querido contar la historia completa de lo que llevó al país a 1973. Y ahora estamos repitiendo el mismo error. Queremos construir “la casa de todos”, pero se esconde bajo la alfombra de lo que realmente ocurrió el 18 de octubre de 2019.
¿Cuándo nos vamos a hablar con la verdad? ¿No debería ser ese el grito desesperado de la sociedad para finalmente lograr la tan anhelada convivencia? Presidente Boric, le pregunto derechamente: ¿Usted sería capaz de decirme, mirándome a los ojos, que no sabe quién estuvo detrás de la quema de al menos 20 estaciones de Metro, por ejemplo? Sinceramente espero que no lo sepa, pero entonces, ¿no debiera ser una de sus prioridades el entregarnos una respuesta? Tal vez ese sería uno de sus mayores legados: convertirse en el albañil que construya los cimientos de esta nueva casa, y que no sea en definitiva, el mismo castillo tembloroso y frágil en que vivimos.