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A 50 años sin aprender nada

Benjamín Escobedo (Teólogo e Investigador de Historia) Escritor para Latinoamérica (Monte Alto Editorial) Columnista de Fundación Nueva Mente (FNM) Lic. Teología Lic. © Historia


Estamos a puertas de conmemorar los 50 años desde que las fuerzas armadas de Chile tomaron el poder estatal y dirigieron nuestro país entre 1973-1990. Sin duda, un periodo que estuvo marcado por conflictos, temores, incertidumbres y grandes cambios a nivel nacional. La historia chilena fue testigo de un entramado de conjeturas políticas indistintamente, a su vez, de una tensión permanente entre la izquierda y derecha propiamente tal. Tal vez, a 50 años de aquel acontecimiento que continúa soslayando el imaginario histórico de nuestro país, debemos no solo revitalizar la memoria, sino también observar como la izquierda más radical de Chile aún insiste en el mismo modelo, comete los mismos errores y promulga las mismas ideas, por tanto, mi columna de la semana se titula “A 50 años sin aprender nada”.


Primero, la historiografía chilena ha sido testigo de diversos mandatarios, lideres políticos, congresistas, disputas económicas, religiosas, sociales, entre otras tantas. Sin embargo, la lucha por ejecutar ideas sobre el espacio público debe ser la batalla más campal que enfrentan los países. Recordemos que para el caso de Chile durante la década de los 70 (en términos generales) existía la pretensión de erigir a la nación bajo un sistema socialista de la mano de la Unidad Popular (UP) y del Presidente de la República electo, Salvador Allende Gossens. Este último, había conquistado las masas proletarias y sociedad de la época en términos de sufragio, más aún, desde la creación del Partido Socialista en Chile (1933), Allende ejerció como secretario regional de Valparaíso y secretario general nacional. Fue ministro de Salubridad, Previsión y Asistencia Social durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda entre los años 1939 y 1942. Además, fue Senador de la República en cinco ocasiones y diputado. En 1952 fue candidato presidencial del Frente del Pueblo, obteniendo el 5% de los votos. Se convirtió en el primer presidente del Frente de Acción Popular (FRAP) que se fundió en 1956. Dos años más tarde fue candidato a la presidencia, ocasión en la que nuevamente no fue electo. Lo mismo ocurrió en las elecciones de 1964. El 4 de septiembre de 1970, con el respaldo de la Unidad Popular (UP) fue elegido Presidente de la República. Ejerció el cargo desde el 10 de noviembre de 1970 hasta el 11 de septiembre de 1973. Ese día las Fuerzas Armadas tomaron el poder producto del deterioro del país, ideología marxista, modelo económico de corte socialista y el desequilibrio transversal suscitado en Chile, en otras palabras, el Mandatario Salvador Allende tenía un país en profunda crisis. Detrás de todas estas aristas, la lucha de ideas resulta clave para entender el proceso y dimensiones que, dicho sea de paso, infieren en una dialéctica histórica de carácter interminable sobre el debate público. Se esperaría que, tras un hecho de profunda sensibilidad para Chile, esa izquierda más radical haya aprendido de sus errores, modelo de sociedad, ideas y algo poco abordado hasta ahora; lealtad e intrínseca longanimidad.


Segundo, con una cierta intensidad emocional recordar dicho periodo histórico de nuestro país resulta para muchos una experiencia flagrante, sin embargo, el quiebre del Estado de compromiso que se produjo asienta sus motivos y argumentos a partir de formas de entender el mundo, sociedad, política y economía propiamente tal. Tal vez, mirar el pasado y comparar este con la presente época, por consecuencia, permite hacer un ejercicio público de aprendizaje histórico político. (1) Recordemos que la Unidad Popular y la Democracia Cristiana eran partidarias de un cambio revolucionario por aquel entonces, a su vez, de una marcada distancia frente a la vida capitalista de desarrollo. (2) La Reforma Agraria fue un evento que cargaba con la pretensión de justicia social para las grandes mayorías, pero, un evento existencial para las clases más tradicionales en Chile. (3) La posibilidad de hacer un plebiscito y cambiar la Constitución de Chile, en otras palabras, terminar con el modelo económico de corte más liberal y economía privada. (4) La sustitución del congreso por una asamblea del pueblo única como órgano supremo del poder. (5) Una economía mayoritariamente controlada por el Estado. (6) La estatización de los sistemas privados de educación. (7) La creación de una nueva cultura que tenía como fin último la búsqueda del hombre nuevo. Pero ¿A 50 años como avanza nuestro país desde la experiencia histórica vivida desde los años 70? ¿Qué aprendió esa izquierda más radical, revolucionaria y utópica de Chile?


Me parece que debemos obligatoriamente responder a las preguntas precedentes y configurar una ventana hacia el presente. (1) La vaga idea de la Unidad Popular y la Democracia Cristiana por un cambio revolucionario aún suena como una aspiración política ideológica, más aún, es parte de los rollos del mar muerto de la izquierda radical sobreviviente de los 70 en Chile. (2) La Reforma Agraria como todas las reformas que se hacen en un país tenía la pretensión de justicia social, no obstante, el real motivo radicaba en expropiar todos los latifundios y traspasarlos a la administración estatal, cooperativas agrícolas o asentamientos campesinos, aquello es muy similar a lo que hoy en día se pretende hacer, insistir o ejecutar, reformas en pro del Estado, pero, claramente este no ha estado ni estuvo en los años 70 a la altura esperada. (3) La posibilidad de realizar un plebiscito para cambiar la Constitución en tiempo de Allende, sin duda, era una pretensión primaria ante su llegada al poder, aunque quedaría en eso, solo una pretensión. En la actualidad, la izquierda también ha deseado lo mismo, incluso, estamos en pleno proceso constitucional, aunque ya cargamos con un proceso precedente (año 2022) fallido. La idea de garantizar derechos en la Constitución continúa siendo una estrategia desde los más radicales; una retórica interminable. (4) La sustitución del congreso por una asamblea forma parte del imaginario político sistemático de la izquierda más radical, es una ilusión que no ha cambiado mucho desde aquel entonces; las mismas ideas que, hasta ahora (año 2023) no tienen fruto alguno. (5) La sensación de querer controlar la economía desde el Estado responde a un modelo estatista sin miras hacia el desarrollo, libertad y modernizaciones respectivas, en pleno gobierno de Salvador Allende fracasó una aspiración que, continúa permeando el debate congresista sin resultados trascendentales para nuestro país. Recordemos que, si de economía de Estado hablamos, la inflación al alza (1000%) que vivió Chile bajo el período en cuestión no parece muy saludable para esos ciudadanos más vulnerables del país. (6) La estatización de los sistemas privados de educación es un fiel reflejo de una política pública añeja, pobre, débil e ilusa, ya que, gran parte de todo lo que se ha construido desde los años 70 hasta ahora en materia de educación sigue siendo privado, incluso, los índices en materia de resultados continúan favoreciendo al sistema privado; dicho sea de paso, es una ironía que la izquierda siga pensando en una falacia gubernamental de este tipo. (7) La creación de cultura nueva que buscaba de manera insurreccional al denominado hombre nuevo, no era más que una demagogia de progresismo, falta de ilustración y utopía por abrazar un sistema fosilizado. Tal vez, lo más terrible desde aquella época de los años 70 hasta ahora es ver como a 50 años la misma izquierda vuelve a enloquecer con el poder, no acatando instrucciones del Ejecutivo y desde sus propios referentes buscando el beneficio propio, la lealtad fue y sigue siendo una ausencia en la política progresista de Chile. Por último, el expresidente Salvador Allende fue abandonado por sus propios “compañeros” de milicia en los momentos más complejos de su mandato. El debate por las ideas debe ser algo racionalizado, coherente y viable, de lo contrario, vuelve al patrón de utopía que está destinado al fracaso in situ. Uno de los intelectuales más sobresalientes del país inscribe una declaración fundamental para estos efectos: “Allende perteneció a esos tiempos, y vivió en el siglo en el cual en el país el tema de la pobreza y el subdesarrollo se transformaron en el corazón de las discusiones políticas y sociales” [Joaquín Fermandois. La revolución inconclusa. La izquierda chilena y el gobierno de la Unidad Popular. Tomo I. Santiago: Centro de Estudios Bicentenarios, 2019. pp-262]. En síntesis, revitalizar la memoria y promulgar cambios trascendentales para la sociedad, también significa aprender de los errores y discursos erróneos de la historia política, de no ser así, la premisa acuñada puede volverse eterna para la izquierda más radical de Chile, “A 50 años sin aprender nada”.

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